domingo, 17 de julio de 2011

El drama del militante del PRT al que acusaron de ser un represor encubierto

El drama del militante del PRT al que acusaron de ser un represor encubierto
·         Lesa humanidad
Año 4. Edición número 164. Domingo 10 de julio de 2011
Por 
Raúl Arcomano
rarcomano@miradasalsur.com
El pasado. Héctor El Gordo Fabiani en río Cuarto. Sostiene en sus brazos a Renzo, uno de sus sobrinos.

Héctor Fabiani era amigo de Haroldo Conti. Los secuestraron juntos. Se lo confundió conun genocida y el error persiste en el Nunca Más.
Un cuadrazo del PRT era Héctor El Gordo Fabiani. Era el responsable político del Frente Cultural del partido, respetado y querido por sus compañeros. Gran amigo de Haroldo Conti, en 1976 estaba parando en su casa, escapando de los chacales de la dictadura en Córdoba, donde militaba. El 4 de mayo Conti y su esposa, Marta Scavac, habían ido al cine y dos de sus hijos –Ernesto, de tres meses, y Myriam, de siete años– habían quedado al cuidado de Fabiani. Una patota irrumpió en la noche. Cuando regresaron el escritor y su mujer, minutos después de la medianoche, los estaba esperando un grupo de tareas del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército. Saquearon la casa y secuestraron a los dos hombres. Se sabe que Conti y Fabiani pasaron por El Vesubio. Hoy siguen desaparecidos.
Pero a Fabiani no sólo lo secuestraron y desaparecieron. Por una confusión que aún hoy persiste, su trayectoria personal y militante, su identidad, honor y buen nombre fueron puestos en duda. Su familia, sus amigos y sus ex compañeros de militancia siguen batallando para hacer conocer su historia y enmendar la injusticia. Una versión que nació en un momento de dolor, tras la publicación de una foto de mala calidad. Es que a fines de 1982 un diario de Suiza había publicado una imagen de un ex integrante del Batallón de Inteligencia 601. Se trataba de Rubén Bufano. Había sido detenido en ese país por el secuestro de empresarios. No estaba trabajando para la dictadura, sino para engrosar sus bolsillos.
Scavac vio esa foto y dijo entonces, desde Suecia, que Bufano era idéntico a Fabiani y que creía que era él quien había entregado a su marido. Cuando el represor fue juzgado en Europa, y vieron nuevas fotos de él, se dieron cuenta de la equivocación. Era tarde: la versión equívoca sobre el rol de Fabiani ya formaba parte del informe de la Conadep. En el legajo 77 se cuentan los pormenores del secuestro de Conti y se da por cierta la versión que sostiene que Fabiani fue el “entregador” de su amigo.
“Nunca imaginamos que esa primera declaración iba a quedar plasmada en el Nunca Más. La solicitud a los responsables de la edición de aclarar el punto nunca fue tomada en cuenta. Fabiani es para nosotros El Gordo, Chiche para sus seres queridos, y el Moncho o Andrés para otros compañeros. Fue el responsable político de mi padre en el frente cultural del PRT. Compartí muchos momentos con él. Tengo recuerdos memorables y gratitud por su ayuda”, afirmó Marcelo Conti, uno de los hijos de Haroldo. Y reclamó: “Solicitamos que se difunda la verdad sobre este compañero para tratar de subsanar el involuntario error de haberlo confundido, en un primer momento, con alguien tan deplorable”.
Liliana Arraya es la subsecretaria de Difusión y Patrimonio de la Secretaría de Cultura de Córdoba. Con su compañero Lindor Bressan fueron miembros del PRT e integrantes del Libre Teatro Libre (LTL), un grupo cordobés de teatro comprometido. “Hace más de treinta años llegamos a Buenos Aires sin una moneda, sin documentos y sin un lugar donde vivir. Yo, con un embarazo de siete meses. Nuestra casa en Córdoba había sido allanada y no teníamos dónde quedarnos, porque todas las casas de los amigos conocidos y parientes corrían idéntica suerte”, cuenta hoy a Miradas al Sur.
Fabiani era amigo de Bressan. No dudaron en pedirle ayuda. Y Fabiani no dudó en extenderles la mano. “Consiguió alojamiento y comida y luego de algún tiempo nos aconsejó irnos del país, para lo cual nos proveyó de pasaportes con nombres falsos”, recuerda Liliana. Se exiliaron como refugiados políticos, con la ayuda del Acnur. Al poco tiempo se enteraron, mientras estaban en Bogotá, de que había caído la casa de Haroldo. Años después llegó a sus oídos la versión sobre Fabiani-Bufano.
“¿Cómo confundirte a vos, Héctor Fabiani, nacido en Río Cuarto, empleado de una heladería familiar, en la que te vanagloriabas de inventar helados, hecho que te llenaban de orgullo, como buen gordito morfón que eras, con un oficial de inteligencia del Batallón 601? He tratado de reconstruir este dañoso equívoco que circuló y se reprodujo hasta quedar consagrado como verdad en el Nunca Más, para realizar un acto reparador de tu persona, maravillosa, que eras, que fuiste y que seguirás siendo en la memoria de quienes te conocimos”, escribió Bresán. Y agregó: “Lo cierto es que los esfuerzos que algunos hicimos por desmontar esa falacia, no fueron suficientes. Espero que estas palabras y recuerdos contribuyan para dejar zanjado por fin el asunto”.
“Queremos restituir la memoria de un hombre íntegro y honorable. Le debo la vida y el disfrute de una hija y una nieta”, subraya Liliana. Otro miembro del LTL, Oscar Rodríguez, aportó: “No sé si a los que se fueron, allá donde estén, les importa, pero viven en nosotros y reivindicar su memoria es un simple acto de justicia”.
Otro compañero, Roberto Videla, también intentó entender el error. “Sé que no es cierto, que no puede ser cierto. Pero ahí está, esculpida para siempre en un libro, impresa en la historia, la mentira, la verdad aparente. Porque no es cierto. Escribo a mis compañeros dispersos por el mundo. Vamos reconstruyendo el error. Estamos seguros de que no pasó eso. Y para comprobarlo sólo basta conocer el dolor y el duelo de la familia de Héctor cuando se enteraron de su muerte. Es como si la historia, en esos actos, tuviera que correr por carriles más nítidos, escamoteando la verdad. Como si la historia pasara, de nuevo, matando, esta vez por motivos nobles.”
Fabiani había nacido en 1943 en Bahía Blanca. De chico fue a vivir con sus padres y sus hermanos Roberto y Dante a Río Cuarto. Ese era su lugar en el mundo. Había comenzado a militar en la Liga de Acción Proletaria y luego, tras ser detenido en el ’70, se hizo militante del PRT. Su sobrino Renzo recordó parte de la vida política de su tío, contada por su padre: “Antes de ser apresado ya formaba parte del PRT, en logística. En Perú, con los LTL, ejerció en un primer momento el rol de productor. Estuvieron allí y también en Ecuador y Colombia. Regresaron a Chile y de allí clandestinamente a Argentina y de nuevo a Chile, cuando se produjo el derrocamiento de Salvador Allende. Unos amigos argentinos lo escondieron en un sótano por varios días y luego lo llevaron hasta la embajada sueca, que le dio la posibilidad de trasladarse a Europa. Tomó contacto con agrupaciones de izquierda y recorrió Bélgica, Alemania, Francia e Italia. Con pasaporte falso regresó a Argentina y se hizo cargo del Frente Cultural del PRT”.
Tras el secuestro, sobrevivientes de El Vesubio lo vieron en ese centro. Su caso no se juzgó porque cuando empezó la causa aún no habían identificado sus restos. Es que recién en febrero último su cuerpo fue exhumado como NN del cementerio de Avellaneda. Lo identificó luego el Equipo Argentino de Antropología Forense. Hoy los restos de El Gordo descansan en Río Cuarto.
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